12/01/2008

Casi 50.000 enfermeros recetan fármacos en Reino Unido, 14.500 de forma independiente

Enrique Castro recibe cada día, en el centro de enfermedades de transmisión sexual y VIH de Mortimer Market Center (Londres), a enfermos de VIH/Sida que, en una situación estable, acuden cada cuatro o seis meses a hacerse su chequeo rutinario. Él evalúa cómo siguen su tratamiento, si han surgido efectos secundarios por la medicación u otros problemas de salud. Al término de la consulta, se encarga de repetirles la misma receta con la que se marcharon unos meses atrás o, incluso, de prescribirles otro medicamento.

Hasta aquí, todo normal, si no fuera porque Enrique no es médico. Aun así, indica fármacos y extiende recetas. Y de forma legal. Entre los 786.000 enfermeros que trabajan en el Reino Unido, casi 50.000 tienen potestad de prescribir medicamentos. Desde 1992, año en que se aprobó esta práctica, ha ido creciendo tanto el número de estos profesionales como el de los productos que pueden recetar. Comenzaron con una cifra limitada (180), pero poco a poco se ha ido ampliando, hasta cubrir prácticamente todo el vademécum, incluidos algunos de los llamados medicamentos controlados, como la morfina. Para poder ejercer esta facultad, aparte de la diplomatura o licenciatura requerida en la enfermería (tres años), han de pasar un curso de formación específico, que consiste en 26 jornadas en la Universidad (donde reciben nociones de legislación, ética, algo de farmacología..) y 12 de ejercicio profesional supervisado.

Además, han de superar un examen, completar una cartera de competencias y algunas universidades exigen una tesina. Para presentarse al curso, se les pide, además, un mínimo de tres años de experiencia en un área concreta de su profesión (aquella en la que prescribirán los medicamentos) y el apoyo del hospital o centro de salud en el que van a desempeñar su labor. Una vez superado este periodo de formación, entran en el registro del Colegio de Enfermería y Matronas británico (NMC, siglas en inglés), y pueden recetar. Lo hacen, principalmente, a través de dos sistemas. El primero es el de la denominada prescripción suplementaria, que suele utilizarse en dolencias crónicas.

En este caso, existe un diagnóstico médico previo que establece un plan de cuidados para el paciente, y son los enfermeros quienes después se ocupan de supervisar su evolución y regular las dosis de medicamentos. El segundo, lo conforman los enfermeros con prescripción independiente (unos 14.500), que, desde 2006, pueden recetar cualquier fármaco aprobado en el sistema de salud británico (exceptuando algunos de los controlados), siempre que entre dentro de su ámbito de competencias. Existe, por ejemplo, un tipo de ambulatorios (alrededor de un centenar) denominado Walk-In, a los que se puede acudir sin cita previa por algún problema menor. En ellos, normalmente, no hay médicos, puesto que estos enfermeros tienen facultad para realizar análisis y exámenes clínicos y firmar las recetas oportunas. También puede suceder que, en un servicio de urgencias corriente, si se determina que un paciente no reviste gravedad, le trate y prescriba un enfermero.

Pero ¿qué opinan de esto los galenos británicos? Aunque hay voces disidentes, la British Medical Association (BMA) responde escueta pero positivamente, a través de uno de sus portavoces: «El NMC indica que los enfermeros sólo deben prescribir después de una formación adecuada y en un marco de responsabilidad y competencia. La BMA cree que no hay ningún problema con los enfermeros que prescriben bajo estos estrictos criterios».

Los médicos dicen que se incrementará el gasto farmacéutico

La respuesta del colectivo médico a la posibilidad de dotar de competencias prescriptoras a sus vecinos de consulta no es unánime. Mientras muchos médicos de a pie y algunas sociedades científicas con gran índice de adscripción, como la de Medicina de Familia y Comunitaria, ven con buenos ojos la colaboración de enfermería y confían en que ayudará a dar salida a la creciente demanda sanitaria de la población, la Organización Médica Colegial (OMC), que representa a los colegios de estos profesionales, ha hecho un bloque en contra de lo que considera que es ceder una competencia exclusiva. Anuncia que realizará las acciones jurídicas y de presión necesarias para impedir que la orden ministerial se apruebe con la actual redacción.

Aunque el documento de Sanidad no emplea el término prescripción enfermera y tan sólo habla de la posibilidad de que esos profesionales indiquen o autoricen el uso de una lista limitada de medicamentos, la OMC entiende que se trata de un eufemismo y denuncia «el riesgo de conceder la prescripción a personas sin la formación y condiciones exigidas para ello». Asimismo, recuerda que «todos los fármacos «tienen efectos secundarios». Estos son sus principales peros a un cambio normativo:

- Prescribir es un acto médico

Para la OMC forma parte indivisible de su quehacer porque «es necesario conocer la indicación específica del tratamiento, hacerlo como resultado de un complejo proceso denominado diagnóstico cuyo aprendizaje sólo se adquiere en la licenciatura de medicina, durante la actividad formativa posgraduada y la actividad de asistencia tutelada [el MIR]. Según aduce esta organización, en un documento de valoración del pasado 15 de diciembre, esta competencia abarca tanto a los médicamentos éticos (los que precisan receta), sean financiables o no, como a los de libre dispensación.

- ¿Por qué no pueden hacerlo otros?

Los colegios argumentan que la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias, la denominada LOPS, especifica que diagnosticar, tratar y seguir a los enfermos corresponde a los licenciados en medicina y que, por tanto, ningún otro profesional puede prescribir medicamentos sujetos a receta.

- Banaliza el diagnóstico

Aunque la mayoría de los medicamentos contemplados en el anexo III del proyecto de orden ministerial está a disposición de los usuarios en las farmacias sin necesidad de receta, Jesús Aguirre, vicepresidente de la OMC, resta validez al argumento que justifica su uso por enfermería al tratarse de productos para patologías banales. «La banalidad la debe determinar un médico con su diagnóstico. ¿Qué ocurre si detrás de un catarro hay una neumonía? Lo que se está banalizando es el diagnóstico. Además, no es lo mismo que un paciente, por decisión personal, se autoadministre un medicamento, que se lo den tras acudir a una consulta».

- ¿Están prescribiendo actualmente las enfermeras?

Aguirre tilda de «falacia» que la prescripción enfermera sea una realidad. «No prescribe, tan sólo los administra. Cuando ponen una vacuna administran salud. Lo que existe son protocolos comunes entre médicos y enfermería para hacer seguimiento de los tratamientos». De hecho, la OMC es favorable a que la administración sanitaria module el uso de los productos sanitarios (que hasta ahora también precisan receta médica) por otros profesionales, pero no de los medicamentos

- Tendrá efectos negativos

La OMC enumera los «efectos adversos» que tendría compartir la capacidad de prescripción. El primero es que generará confusión en la población, al crear dos tipos de asistencia, «lo que obligaría a delimitar qué clase de pacientes tienen derecho a una atención médica y cuáles no». Los portavoces de los facultativos aseguran que la calidad del servicio se verá afectada y avisan de que aumentar el número de prescriptores (actualmente la receta está en manos de 80.000 médicos) incrementará el consumo de medicamentos, el gasto farmacéutico y los riesgos derivados de una incorrecta utilización, como las interacciones y efectos secundarios.

- Los verdaderos motivos

Para los colegios médicos, los cambios introducidos obedecen a necesidades políticas o coyunturas sanitarias o defectos en la planificación estratégica de la demanda asistencial. La mayoría de los facultativos reconoce que no existe una demanda social que justifique impulsar modificaciones en la competencia prescriptora. Fernando Moner, vicepresidente de la Confederación española de Consumidores y Usuarios (CECU), lo confirma, si bien esta organización no se opone a que la enfermería pueda colaborar con el médico en esa tarea, «dentro de protocolos y de un consenso, en situaciones específicas».

- Disensiones

La opinión de la comunidad médica no es, sin embargo, compacta. Josep Basora, vicepresidente de la Sociedad de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC), y muchos otros facultativos a título individual, otorgan un papel importante a sus colegas de bata blanca en la prescripción: «Más allá de una cuestión de poderes profesionales, debe de primar la lógica. La presión asistencial, la creciente demanda, el aumento de la población y la medicalización de la vida exigen introducir medidas, como los protocolos consensuados, para que el personal de enfermería pueda actuar en cierto tipo de procesos».

Notas de Prensa